Sigo andando y pensando, a cada paso, en como esos tus ojos bonitos me invaden un poco más. Tengo ganas de gritar y llorar esta enfermedad que me provocas, pero ¿de qué serviría? Sólo la naturaleza me oiría y yo sólo quiero que tu me escuches, pero, cada vez que reúno el escaso valor viril del que dispongo, esos ojos me transportan a otro mundo en el que casi soy un dios y en el que tu eres la deidad caprichosa que juega conmigo a un juego tan tierno y a la vez tan cruel que me paso la eternidad bajo las órdenes que dicta tu mirada.
Estoy llegando a casa, espero y deseo que los quehaceres cotidianos me ayuden a combatir la enfermedad que desde hace tiempo me producen esos ojos. Rezo para ganar al menos una batalla, ya que la guerra la he perdido hace tiempo; y esta derrota me obliga a rendirme a ti, como un antiguo esclavo, pero, a diferencia de él, mi existencia sin libertad está llena de ternura hacia ti, mi ama...
Acabo de recuperar la lucidez; la ducha y la comida me despejaron la mente y consiguieron que las paredes se mantuviesen quietas. Cuando leo lo que te escribí, me entristezco al saber que no puedo echarte de mi vida... ya ni intentarlo, con todo lo que hemos hecho juntos... no ni pensarlo.
Una sonrisa melancólica se dibuja en mi cara, mientras recuerdo nuestros viajes, desayunos, salidas, etc., etc. Si me hubiese dado cuenta un poco antes de que sólo vivía por y para ti, a lo mejor no hubiese llegado a esta situación, que me llevará a la demencia, o igual sí; es algo que nunca podré averiguar... Aunque pudiese dar marcha atrás en el tiempo, no cambiaría nada de lo que he hecho junto a ti eso ya lo sabes, nada en absoluto, ni siquiera una frase, ni una mirada, nada...
Todo esto que te escribo es la única forma que tengo de expresar lo que me provocas, es mi única vía de escape ante la soledad y el aburrimiento que siempre conduce mi mente a tus ojos. No me perdona un día, necesito estar ocupado porque si no me invade tu sonrisa y me sume en un letargo tal, que parezco un fantasma caminado por casa.
Intento evadirme de ti, jugando en la PC, pintando, dibujando, leyendo, pero casi nunca lo consigo, siempre estás ahí, nunca consigo olvidarte.
Poco a poco, con el paso del tiempo, me doy cuenta de que nunca te olvidaré, incluso sé que nunca dejarás de ocupar mis sueños. Tendré que aprender a convivir con la enfermedad que me han producido tus ojos; y aunque me cueste mucho esfuerzo, creo que al final conseguiré llegar a un acuerdo con ella para que deje de atacarme...
Espero conseguirlo, porque ya estoy cansado de luchar contra ella y, sobre todo, estoy hastiado de perder; sin embargo, es una derrota tan dulce que perdería contra tus ojos el resto de mi vida.