viernes, 14 de noviembre de 2008

MESVERSARIO III (los compañeros)

Él abrió mucho los ojos, había sido más fácil de lo que había pensado, aunque en el fondo había sido ella la que se había decidido. Se lo agradeció mentalmente. Por otro lado, una parte de su cabeza le gritaba “¡Estúpido, burro, mira que no tienes remedio! Siempre detrás de unos ojos bonitos.”

Para alejar a este malvado Pepito Grillo de su oreja, propuso…
Bueno, ¿vamos entonces?

Ella asintió mientras recogía sin prisa los apuntes, aún tenían un par de horas por delante para comer y hablar un rato. Volvió a sorprenderse al pensar que estaba deseando poder conocerle, aunque solamente fuese un poco…

Fueron directamente al cafetín en la primera planta; era la una y las clases de la mañana habían terminado, así que, no se sorprendieron cuando, al asomarse a la puerta del cafetín no encontraron ni un solo sitio libre.

Ni una miserable silla…
Ni nadie conocido…

Ella había estado buscando con la mirada a alguien conocido para que les hiciesen sitio, pero no encontró a nadie…

¿Probamos en otro lugar?

No.No pudo menos que reírse cuando vio la cara de incomprensión y de desconcierto que le quedó…
¡Jeje! Te voy a llevar a otro sitio…

Asintió mecánicamente y la siguió hacía la calle. Le guió hasta un pequeño uhm una especia de bar que quedaba unas calles de la facultad.

El bar en cuestión pedía a gritos una manito, aunque sabía por experiencia que en esos pequeños bares, casi a punto de caerse, era donde mejor se comía además de ser muy económico con lo ajustado que el estaba.

“No va una niña de papá comiendo en este bar… Tal vez, no lo sea. ¿Por qué no le das una oportunidad?”

¡Clara! ¡Menos mal que vuelves de visita!
Nada más entrar, un hombre alto y fornido salió de detrás de la barra y corrió a abrazar a la chica. Ella, sorprendida por el grito, correspondió rápidamente al abrazo y le dio un par de besos al mozo.

Vaya, vaya, pensé que nunca me volverías a visitar. Parecía que los exámenes de Mayo te habían comido ¡¡jajaja!!
Casi, casi – ella sonrió también.
De pronto se acordó de él, que los observaba a cierta distancia sin comprender. El mozo siguió la mirada de ella y rápidamente se acercó al chico que había entrado con su sobrina.
Soy Manuel, dueño del bar y tío de esta preciosidad – le tendió la mano.
La chica se puso colorada y le regañó…
¡Tío, por fa!

Me llamo Leito.
“Me gusta ese nombre.” “Clara… me gusta” Ambos se miraron y sonrieron.
Bueno, bueno, supongo que han venido a comer, ¿no?
Por supuesto, tío.
Pueden sentarse donde quieran.


Clara lo guió hasta una mesa en un rincón cerca de la ventana que daba a la terraza trasera del bar.

Muy simpático tu tío.

Soy su única sobrina y desde siempre me ha mimado y querido en exceso.
Mientras esperaban a que los sirvieran, Leito estudió el local con detenimiento. Una máquina tragamonedas por aquí, una mesa de billar en el patio, nada mal penso, una mesa de fútbol al fondo del bar.

“Un local muy agradable”

Puso atención a la música, a muy bajo volumen pudo descubrir la voz del cantante, era Fer de mana aullando diré cantando las letras de vivir sin aire.

“Y buena música. Tendré que pasarme más a seguido por aquí”
Siguió la mirada de Leito por el local, mientras éste lo examinaba.
¿Qué te parece?

Engaña mucho su aspecto externo. Me gusta, me alegro de que me lo hayas enseñado. Por cierto, encantado de conocerte Clara.
Clara lo miró y sonrió…
Lo mismo digo, Leito.

Acto seguido se levantó y cuidadosamente depositó un beso en la mejilla del chico, se volvió a sentar y se quedó observándolo mientras éste era incapaz de decir nada.
Ahora ya nos hemos presentado formalmente.

Manuel los interrumpió con el mantel, cubiertos, vasos y las cartas del menú. Para él una empanada de pollo y, para ella un sándwich de pollo con lechuga y tomate.

“No hubiese pensado que sería tan agradable estar sentada con él. Las chicas no se van a creer cuando se lo cuente.” Pensó ella…
“Supongo que ahora tendré que empezar una conversación sino pensará que realmente soy un estúpido.” Pensó el…

Estaba a punto de abrir la boca, cuando uno de los estudiantes, que jugaba al fútbol de mesa al fondo del bar se acercó a la mesa.

Perdonen, necesitamos a uno para jugar una partida al fútbol de mesa.
Yo no...


Voy yo. Ven conmigo Leito. Por lo menos, ven a hacerme compañía.

Se levantaron y siguieron al chico hasta el fútbol de mesa. Parecía que estaban muy molestos unos con otros.

No vale, no puedes traer a una chica.
Vamos anda, tienes miedo que con ella te gane.
Ni hablar, como quieras, tan bueno que dices ser y no has ganado una todavía.
Está será la que gane...

Empezaron la partida. Clara jugaba atrás. Era buena, por lo menos sabía coger las manillas y cubría bastante bien la portería. Se sorprendió pensando que hubiese sido una buena pareja para jugar con sus amigos.

Unos diez minutos después, el tío de ella los llamó, su comida ya estaba lista. Clara, resoplando aún por el esfuerzo se dejo caer en la silla a su lado.

¡uff! Eran muy buenos. Perdimos las tres partidas.
No lo eran tanto…
Si dijiste que no sabías jugar…
Bueno… me defiendo. Más o menos como tú.
¡Jajaja! No te creo. Yo soy muy mala.

Tú compañero de ahora era peor que tu, así que…

Hubo unos instantes de silencio, mientras daban vuelta a sus bocadillos…
Sinceramente, se sentían muy a gusto juntos. Clara se daba cuenta de lo malas que habían sido sus amigas, y ella misma, al catalogar a Leito, sin tan siquiera haber cruzado una palabra con él.

¿Puedo preguntarte algo?

La pregunta lo atrapo desprevenido, mientras buscaba a Manuel para pedirle un café. Afirmó casi mecánicamente.

No te había visto el otro semestre, ¿de dónde eres?
De aquí…
Y como es que no te he visto
Estaba en el horario de la tarde…
Horario de la tarde… uhm

Siguieron hablando sobre los exámenes, las diferencias que encontraba Leito en los profesores y muchas más cosas sobre la facultad, sobre como habían llegado estudiar ahí, pero en ningún momento entraron en temas más personales…

Estaban hablando tan animadamente que casi se les pasa la hora de ir a prácticas…

¡Dios, faltan cinco minutos!

Pagaron a toda prisa y como rayos se dirigieron a la facultad, al edificio de los laboratorios. Cuando llegaron estaban ya entrando en el laboratorio, con la lengua fuera y la respiración entrecortada, dieron sus nombres al profesor y entraron con los demás.
Al llegar últimos, les tocó sentarse juntos, mientras se ponían la bata, Clara advirtió que casi toda la gente del grupo, los miraba sin parar.

No nos quitan el ojo de encima – le susurró a Leito, mientras el profesor les explicaba un poco el temario de prácticas.
No me extraña, acabas de perder diez puntos de popularidad por sentarte con el “raro”.
Ella lo miró sorprendida. “¿Cómo puede saber qué lo llaman así?”. Como si le hubiese leído el pensamiento, Leito le susurró…

Puede que sea “raro”, pero no soy imbécil.

Y guiñándole un ojo, se concentró en las palabras del profesor. No podía creer que durante dos horas se había olvidado de quien era para los demás. A Clara parecía no haberle importado, pero ahora en presencia de los demás, parecía que se daba cuenta de lo que iba a conllevar el haberles tocado las prácticas juntos, y más aún, si sabían que habían estado comiendo juntos.

Entre pensamiento y pensamiento, se desconectó totalmente, estaba sólo de cuerpo presente. Sus pensamientos se perdieron en el recuerdo de las tardes jugando al billar con los amigos. De las primeras partidas en las que tuvo que aprender, a las últimas partidas en la única mesa de toda la ciudad por entonces, en donde se jugaban algo más que la honra y el orgullo personal. No pudo evitar esbozar una sonrisa nostálgica…

Mientras tanto, el brazo de Clara volaba de un lado a otro sobre sus apuntes. “mier… explica más rápido que la profesora de clase.” Estaba muy atenta a todo, no quería pensar en su compañero de prácticas… Ya no era Leito, ahora entre conocidos de clase, era sólo su compañero. Durante una pausa del profesor, se fijó en él y descubrió que estaba sonriendo, aunque era una sonrisa un tanto… no encontraba la palabra… nostálgica… “Eso es, una sonrisa nostálgica. ¿En qué estará pensando?”

Bueno, pueden empezar a trabajar. En cuanto acaben, me dejan las mesas tal y como las encontraron limpias y ordenadas solo así se podrán ir.
La voz del profesor sacó a Leito de sus pensamientos. “Mierda. No tengo ni un apunte.” Clavó la vista en sus hojas en blanco.
Por más que lo mires no van a aparecer las letras.
Ya…
Clara se hecho a reír…
No te preocupes, yo he tomado las notas de la práctica.

Se pusieron manos a la obra. Había que sembrar las bacterias y luego hacer una observación y un resumen de lo experimentado. Nada complicado.
Una hora después de que entraran como balas por la puerta del laboratorio, se dirigían tranquilamente al paradero de buses.

Caminaban en silencio, porque Clara estaba sumida en una conversación telefónica que a pesar de empezar bien, parecía que iba a acabar fatal.

¿Pero estás loco?
….¿Y a mi qué me dices?
….No seas tan gritón, que no eres mi padre.
….¿Sí?….Pues sabes, ¡puedes meterte tu regalito por donde te de mejor!

Dicho esto Clara apagó el teléfono y lo tiró en la cartera como si fuese un cachivache inservible.

“Dile algo bestia. Déjame en paz, si la acabo de conocer. Solo por cortesía, so burro, dile algo so asno…”

Iba a articular una palabra cuando el bus de Clara apareció en el paradero.

Te veo mañana Leito.
Hasta luego.

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